JOSELIN PÉREZ 21/05/2015
Los mitos y
leyendas de Venezuela
Los mitos y las leyendas de Venezuela se han transmitido durante años de generación
en generación, son parte de nuestra cultura y de quienes somos; algunos de
estos relatos nos han causado alguna vez impresión o talvez un poco de miedo.
Lo cierto es que nunca dejaremos de contar estas historias mientras se sigan
transmitiendo de padres a hijos.
No sabemos si son verdad o no pero cada persona tiene su
manera de contarlos; no sabemos quienes fueron las primeras personas en
contarlos o inventarlos. Pero se han hecho muy populares, tanto así, que muchos
escritores han hecho libros y recopilaciones sobre nuestros mitos y leyendas.
Muchos de nuestros mitos son originarios de pueblos
indígenas, nos cuentan el origen de las cosa y además forman parte de las
creencias de nuestra cultura.
Por otro lado nuestras leyendas se han originado en el
transcurso de los años, nos cuentan sucesos sobrenaturales basados en una
historia real. Que nos permite seguir
contando las historias aunque sean reales o inventadas; pero siempre la
historia será contada.
Estos relatos son
una de nuestras tradiciones más
populares que tenemos nosotros los venezolanos, muchas veces no reunimos
en familia para contar algunas de estas historias a nuestros familiares especialmente a los
niños, para que sigan con la tradición.
En Venezuela abundan muchas cosas
buenas. Abundan las maravillas, el excelente clima, la belleza, y el espíritu
alegre del venezolano y sobre todo los caminos mágicos llenos de mitos y
leyendas
.
A continuación tendremos un mito
y una leyenda, y mi opinión de cada uno:
El Silbón
El Silbón fue un muchacho al que
criaron muy mimado que no respetaba a nadie y que un día le dijo a su padre que
quería comer vísceras de venado.
Su padre se fue de cacería para complacerlo pero tardó
en regresar y por ello el muchacho se fue a buscarlo y, al ver que no traía
nada, porque no había podido cazar el venado, lo mató, le sacó las vísceras y
se las llevó a su madre para que las cocinara sin revelarle cuál era su
procedencia.
Luego, como las vísceras no se ablandaban, la madre
sospechó que eran las asaduras de su esposo, y al preguntarle al muchacho, este
confesó la verdad. De inmediato lo maldijo para toda la vida.
Su hermano Juan lo persiguió con un mandador, le sonó
una tapara de ají y le azuzó el perro que hasta
el fin del mundo lo persigue y le muerde los talones.
Esta historia nos deja un mensaje
que siempre debemos respetar, que nunca debemos mentir y sobre todo
conformarnos con las cosas que tenemos.
AKARAPICHAIMÁ
“Un hombre
llamado Akarapichaimá acechaba al pie de
un árbol a Waromá, la gran rana, que estaba en la copa. “Si me atrapa
Akarapichaimá –dijo la rana- lo arrojo al mar’. El hombre la cogió, pero
Waromá, asiéndolo, lo lanzó al mar y nadó con él hacia una isla
donde lo abandonó.
Lo dejó
debajo de un árbol. Allí vivía un zamuro que lo llenó de estiércol mientras
dormía.
En la isla
hacía frío y el hombre tiritaba.
Kaiwonó, el
lucero de la mañana, lo halló cubierto de estiércol de zamuro y fétido.
‘Llévame al cielo’, rogó el hombre al lucero. Y éste contestó: ‘No te puedo
subir. No me has dado nada todavía. En cambio al sol le has dado siempre tortas
de casabe’.
Entonces vino
Kapui, la luna. Akarapichaimá rogó a Kapui que lo llevase a su morada, pero
tampoco ésta quiso llevárselo porque él había dado al sol muchas
tortas de casabe y a ella nada. Akarapichaimá le pidió entonces fuego, pues se
atería. Pero tampoco eso le concedió la luna. Y cada vez más lo estercolaba al
zamuro.
Vino entonces
Weí, el sol.
Fue una dicha
para él, pues a éste había dado muchas tortas de casabe.
El sol lo
metió en su canoa. Hízole bañar y recortar los cabellos por sus hijas. Lo hizo
remozar completamente. Weí quería tenerlo por yerno.
Dudó
Akarapichaimá que Weí fuese el sol y le rogó que llamara a éste para
calentarse. Era muy temprano y aún el sol no tenía fuerza, por
eso Akarapichaimá había dudado.
Weí se puso
su tocado de plumas de loro. Akarapichaimá fue de espaldas a sentarse en la
canoa. Weí le dijo: ‘Voltéate’. Cuando él se volvió, Weí se puso sobre el
tocado de plumas un sombrero de plata y le colocó orejeras de élitros de
escarabajo. Con esto se recalentó (porque el día había subido).
Weí dio así
calor al hombre, pero éste sufrió entonces del bochorno.
Weí le
condujo consigo, aún más lejos hacia arriba, y le dio vestidos. Akarapichaimá
no sufrió más el calor.
Weí
Akarapichaimá quiso hacerlo su yerno. Le dijo: ‘Te casarás con una de mis
hijas, pero no te dejes seducir por ninguna otra mujer’, y se detuvo en una
maloca y saltó con sus hijas a tierra y entró en la casa. Ordenó a
Akarapichaimá no abandonar la canoa y no enamorarse de otra mujer.
Akarapichaimá
sin embargo saltó a tierra. Allí le encontraron unas mozas, hijas del zamuro, a
quienes halló muy lindas y se enamoró de ellas. Weí y sus hijas no supieron
eso, pues se habían ido de la casa. Cuando regresaron a la canoa, lo
encontraron retozando en medio de las hijas del zamuro.
Las hijas del
sol lo regañaron. Después Weí, enojado, le dijo: ‘Si hubieras seguido mi
consejo y te hubieras casado con una de mis hijas, hubieras quedado como yo,
siempre joven y bello. Ahora quedarás joven y bello sólo por un tiempo, y de
resto, viejo y feo’.
Al otro día,
temprano, partió Weí con sus hijas y despidiéndose de Akarapichaimá mientras
dormía.
Cuando éste
despertó, se halló en medio de los zamuros, viejo y feo, tal cual lo había
dicho Weí.
Las hijas del
sol se dispersaron, y ahora alumbran el camino de los muertos.
Akarapichaimá
casó con una hija del zamuro, y se hizo a su vida.
Fue nuestro
antepasado, el padre de todos los indios.
Por eso
vivimos ahora así, jóvenes y hermosos por poco tiempo, y luego viejos y feos”.
Este es uno de los mitos más
hermosos de nuestra tradición indígena, proviene de la nación pemón, pueblo del tronco caribe
que habita la Gran
Sabana. Nos narra la historia de un hombre llamado
Akarapichaimá desobedeció al sol Weí que lo ayudo a salir de la isla donde
quedo abandonado y quería hacerlo su yerno, pero el lo desobedeció enamorándose
de la hija del samuro; y Weí le dijo que si no lo hubiera desobedecido hubiera
sido joven y bello por toda su vida pero que
ahora seria joven y bello sólo por un tiempo, y de resto, viejo y feo.
Nos explica el por que envejecemos.